Japón, ascensores y manejo de las verdades

En Japón hay una epidemia de soledad. Llegaron a tal punto de dificultad en relacionarse espontáneamente con otra persona, están tan encerrados en si mismos, que abundan los matrimonios sin sexo (el sexo es una de las expresiones de mayor entrega e intimidad que el ser humano puede tener) y abundan los prostíbulos con … muñecas (que hoy en día los hacen de excelente calidad, con piel que parece humana etc etc pero que claramente todavía NO SON seres humanos, sino maquinas que parecen humanas)
¿Que pasa en Japón?
Pasa lo mismo que te pasa a vos cuando te subís a un ascensor y hay otras personas.
Te pones en modalidad “cerrada”, miras al piso, te aíslas mentalmente de los demás que están en el ascensor.
Por que? Para no sentirte “invadido” por la energía de los que están ahí pegados a vos en tu espacio vital.
En Japón hay taaaanta gente en espacio reducido (mira videos si nunca estuviste en Japón) que la gente vive todo el día como si estuviera en un ascensor. Lo que para nosotros es nuevo, el apiñamiento en ciudades, ellos lo viven hacen generaciones.
Ese vivir “como si estuvieran siempre en un ascensor” en Japon, les genera por inercia una forma de ser que se va cerrando al otro, y eso afecta sus relaciones de matrimonio y sus relaciones sexuales.
Pero como en Japón hace generaciones que viven asi, muuuchas generaciones, desarrollaron una forma madura de vivir “en el ascensor” que es el respeto al otro.
Si vos moves el cuerpo libremente en un ascensor terminas pechando o pegando a los cuerpos de las otras personas que están ahí contigo.
De modo que por respeto a la integridad física del otro, nos quedamos “inmóviles” ahí en el ascensor.
En países del tercer mundo la gente vive también apiñada en ciudades pero nadie respeta a nadie, tiramos papeles en la calle (que es el ascensor donde también viven otros) como ejemplo de la falta de respeto que tenemos uno por el otro.
Pero en sociedades avanzadas como la japonesa, que hace muuucho que viven “apiñados en el ascensor” aprendieron que todos pueden estar mejor si respetan los derechos del prójimo.
La limpieza de los espacios publicos en Japon, por ejemplo, es impresionante. A nadie se le ocurre incomodar a otro que viaje en su mismo ascensor (su misma ciudad) tirando un papel al piso o una colilla de cigarrillo.
El respeto es bueno. Pero el problema es que todo lo bueno, exagerado, se torna en malo (ponerle sal a la comida le da sabor, es bueno, ponerle demasiada sal la hace incomible, es malo).
Y con el “respeto” al otro para no incomodarlo pasa lo mismo.
Cuando el apiñamiento en ciudades es demasiado grande demasiado tiempo, terminamos pagando costos como la soledad japonesa y la dificultad para relacionarse en pareja (eso ya esta empezando a pasar en el resto del mundo tambien) y pagando ademas, como dosis excesiva de respeto al prójimo, el buscar la suavizacion de las verdades incomodas.
Y la forma de vivir se vuelve “políticamente correcta”, no sea que alguien se ofenda por nuestra opinión.
Vivir alineado con la verdad implica no caer en ese exceso.

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