“Cuidado no me quites mis demonios porque me quitaras también mis ángeles”

La frase es del poeta Rilke y tiene mucha verdad en ella.
Muchos genios de la Historia han sido un poco o bastante “locos” si los medís con la vara de la “normalidad” (norma = promedio = la mayoría).
Hay como una ley de compensación a nivel de la psique (y creo del Universo en si, una especie de homeostasis) donde lo genial (el ángel) muchas veces viene acompañado de lo raro o problemático (el demonio).
Y aquellos grandes genios creadores que no quisieran por nada del mundo dejar su contacto con la fuente de su inspiración genial, intuyen que si les quitan sus demonios, si los “normalizan”, también le secaran su genialidad.
Miles de años antes que el poeta actual Rilke, en la Illiada encontramos un concepto similar; Aquiles es enfrentado a una elección:
a) o pasará a la inmortalidad como un increíble guerrero ganador de las mas increíbles batallas pero morirá joven o
b) podrá ser una persona común y corriente y morir tranquilo en su vejez rodeado de sus afectos y familia. Aquiles elige lo primero, se convierte en el héroe de la guerra de Troya y su nombre quedo por los siglos como el emblema del guerrero valiente y dispuesto a todo y que consigue sus logros en batallas pero muere también, por la famosa flecha que le pega en su punto débil, el tobillo, en el final de la misma guerra de Troya, herida que lo mata.

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