A la paz interior se llega solo con la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, tanto la que le decimos a los demás como a nosotros mismos.
La mentira más peligrosa es la auto-mentira que nos hacemos a nosotros mismos, porque es más fácil que nos demos cuenta de la mentira que nos hace otro de la que nos hacemos nosotros a nosotros mismos.
Ni que hablar de que de las auto-mentiras surgen indefectiblemente mentiras que les hacemos a otros “creyendo” decir la verdad.
Las dos cualidades que se requieren para mentir menos es el coraje y la ética.
Porque la mentira surge de
1) el miedo a sufrir al contado las consecuencias de asumir la verdad (lo que nos condena a pagar luego en cuotas con un recargo de usura) y
2) tener apagado el chip de la conciencia moral cuyo buen funcionamiento genera el “no le hagas a otro lo que no quisieras que te hagan a ti”.
El crecimiento personal es el apego a la verdad cueste lo que cueste, caiga quien caiga.
La verdad duele solo una vez. La mentira duele para siempre.
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