Hay personas que tuvieron mal padre o mala madre y sufrieron un doloroso “abandono” en su niñez.
Hay tres formas de abandono de los hijos
1) el obvio, cuando el padre o la madre se borran, se van del nucleo familiar sin ocuparse de los hijos
2) el encubierto, cuando el padre o la madre fisicamente viven en el hogar pero no le dan al hijo/a el tiempo y la atencion necesaria
3) el peor de todos, cuando el padre o la madre fisicamente viven en el hogar pero dañan al hijo/a en lugar de cuidarlo y protegerlo. Se abandona el rol paterno o materno de proteger y cuidar del hijo para hacer exactamente lo opuesto. No se puede ser alto y bajo al mismo tiempo, no se puede estar presente en el rol de padre o madre y al mismo tiempo dañar al hijo/a.
Este tipo de abandono es el que mas secuelas psicologicas y emocionales deja.
En cualquiera de estos 3 tipos de abandono, el hijo o hija sufren.
El dolor emocional no deja cicatrices visibles pero deja cicatrices psicologicas que manipulan la conducta futura de esta persona.
De adultos, para evitar el dolor de un nuevo abandono (de una pareja) que no solo va a doler por el rompimiento de la pareja sino por tocar el nervio de la vieja cicatriz dolorosa del abandono original, esas personas ante el atisbo de un posible abandono, se encargan de hacer lo necesario para romper la pareja, abandonan antes de ser abandonados o generan un conflicto final de la pareja, todo lo que sea necesario para evitar el dolor de ser abandonado o el dolor del MIEDO a ser abandonado (el miedo puede ser consciente o inconsciente, pero es una de las principales fuentes de dolor emocional)
¿La solución?
El coraje y el aumento de la conciencia.
El coraje implica la disposicion de aguantar el dolor, si sirve para algo constructivo. El miedo a ser abandonado es uno de los miedos que el ser humano puede tener y el miedo, todos los miedos, duelen.
La conciencia de cuanto uno teme el abandono (por las heridas emocionales de la niñez) le permite tomar nota que uno está siendo manipulado desde adentro y se puede llegar a PERDER relaciones de pareja que valen la pena, solo por el pánico a sufrir el mismo dolor que se sufrió en la niñez.