“Yo te veo” decían los naavi en la pelicula Avatar.
“Namaste” dicen en el budismo.
Tenia yo 17 años, estando en la cola para entrar a sacar entrada en el cine Arizona, en la calle Rivera (el cine no existe mas hace mucho tiempo), con la que terminó siendo la madre de mis hijos, cuando por primera vez en mi vida me golpeó como un mazazo una idea sorprendente: todas esas personas ahí no eran los extras en la película de mi vida y yo no era el centro del mundo sino que para cada una de esas personas, el centro del mundo eran ellos.
Vos dirás que soy retrasado y que descubrí a los 17 lo que debería ser obvio mucho antes y quizás tengas razón pero me parece que no es tan así, que la mayoría sigue actuando y pensando en la vida desde su “ego” para quien el “mapa del mundo” es como lo que ves en las películas en una pantalla en general de color verde donde hay un punto central que representa a “uno mismo” (el avión de uno, el barco, el submarino, lo que sea que lo representa a uno dentro del mapa del radar) y luego hay como círculos concentricos y cuadraditos en algun lado de ese mapa que representan a los “otros” en el mapa, sean los otros “amigos” o “enemigos” (o para el ego, elementos que ayudan a la sobrevivencia y el placer o predadores que nos quieren lastimar, o presas de las cuales si las cazamos o dominamos podemos sacar provecho para vivir mejor)
El ego, nuestro mejor amigo incondicional, el ministro de defensa a cargo de cuidar de nuestro bienestar físico, tiene ESE tipo de mapa sobre de que se trata el mundo. Un mapa muy limitado y absolutamente egocentrico (nunca mejor aplicada la palabra) y narcisista por definición.
Darse cuenta que cada una de las otras personas es un centro en si mismo de SU mundo y no solo un cuadradito en nuestro mapa, es el paso para salir del mapa del ego y entrar en el mapa espiritual donde tu sos mucho mas que un cuadradito en mi mapa y YO “veo” (intuyo, siento, respeto) a TU YO como un compañero de clases en esta escuela de la vida.