Si no crees que existe, no lo logras registrar

Charles Darwin, el que se hizo famoso por la teoría de la evolución de las especies, estaba de joven en un viaje de exploración hacia la Patagonia en Argentina adonde quería estudiar especies autóctonas (estaba en plena creación de su teoría de la evolución de las especies)
Vino en el barco HMS Beagle y en el cuaderno de viajes donde apuntaba todo lo que iba pasando y lo que iba descubriendo, cuando llego a las costas y bajaron a tierra, apuntó la siguiente anécdota:
“Dado el calado del barco, no pudimos acercarnos mucho a la orilla, tiramos el ancla y fuimos en botes pequeños hasta la costa, donde estaban los nativos que nos recibieron con la extrañeza del caso.
Por señas pudimos comunicarnos con ellos y descubrimos que adolecían de un problema de la visión, como si fueran ciegos para ver a larga distancia, si bien a corta distancia veían perfectamente bien. Pero ya a la distancia de donde estaba nuestro barco, no lograban ver, porque no lograban divisar nuestros barcos”.
Darwin, que de biología sabia mucho pero de psicología no, se equivocaba.
Las indígenas veían perfectamente bien.
Pero ellos podían “entender” los pequeños barcos tipo chalanas con que desde el HMS Beagle habían remado hasta la costa, porque se parecían a las canoas que ellos tallaban de los arboles.
Pero imaginarse el concepto de un “astillero naval donde se fabricaba una cosa enooooorme que flotaba y que atravesaba el océano”, o sea imaginarse que podía existir una cosa llamada “barco”, eso no lo podían computar como posible de existir (porque su tecnología obviamente estaba mucho mas atrasada) y si el cerebro no tiene el software implantado de que tal cosa es posible, los ojos miran, los fotones del sol rebotan en el barco, llegan hasta la retina, excitan el nervio óptico, van hasta la parte del cerebro encargada de decodificar lo que se mira pero ahí se termina todo y no se registra lo que se ve porque no se cree que exista el concepto “barco transatlántico”.
De similar manera, si creemos que nadie nos puede querer mas y mejor que nuestra madre, y tuvimos la mala suerte de una madre con “nota” 35, del 1 al 100 en la escala del madrometro que mide cuan buena madre es una madre, si se nos acerca en la vida una persona con capacidad de querernos digamos 63, no lo vamos a registrar, porque no creemos que tal cosa exista.
Y siempre le vamos a encontrar el pero para poder descalificar a esa persona para nuestra vida, porque de incorporarla, de aceptar que ERA posible querernos mejor que “mama”, debemos cambiar una creencia firmemente arraigada en nuestra mente por la educación que recibimos, y si una creencia es falsa, todas las otras que tenemos pudieran serlo también, lo que nos da un pánico de quedarnos sin mapas de la realidad, por lo cual para cumplir con lo que el ego (encargado de nuestra defensa para lo cual NECESITA UN MAPA de la realidad) elige, como mal menor, mantener las creencias anteriores, todas ellas, y se configura así el “si no crees que existe, no lo registras”.

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