Cuando me compré un revólver la primera vez, como 35 años atrás, y lo puse en la mesa de luz en un cajón, no pude dormir toda la noche.
Por primera vez tenia el poder de matar a alguien.
O matarme a mi.
El poder asusta.
Pasó un tiempo antes que me acostumbrara a tener ese “poder” y no tenerle “miedo” a la posibilidad de usarlo, o sea a acostumbrarme que tener el poder de algo no implica estar impelido, empujado, obligado a usarlo si no quiero.
Algunas mujeres que tienen cierto nivel de erotismo interno, llamemosle “la seductora interna” o en alguno casos de mayor erotismo “la puta interna”, tienen miedo de si mismas, de su potencial infidelidad si son tentadas o de su potencial promiscuidad, en caso de ser solteras.
Entonces buscan “alejar el arma”, y como la belleza va junto con la delgadez, cambian o su metabolismo o su alimentación o ambos, para poder sentirse mas a salvo de que no van a usar mal su poder.
Y la verdad que no es “la solución”.
Si uno quiere tener un arma para defenderse eventualmente, el lugar es donde realmente pueda usarlo, y uno tiene que saber que tener un arma no implica usarla mal.
Exactamente lo mismo pasa con el arma de la belleza asociada a la delgadez.
Tener el arma no implica terminar usándola mal.
Los kilos de mas en la mujer como forma de tener un “seguro”
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