Como padre que luego del divorcio se quedó a cargo de los hijos, con ellos chicos, puedo dar testimonio de primera mano del tema.
Es usual, por ejemplo, que cuando los padres se divorcian, los hijos resienten cuando su madre o su padre (con quien sean que vivan la mayor parte del tiempo) intenten formar nueva pareja.
Es “natural” el egoísmo que quieren disponer de toda la atención de los padres y de todo el amor de los padres y que sienten como rival para ese fin la existencia de una nueva pareja a quien papá o mamá ama y con quien desea unir destinos.
Si alcanzara con que los hijos hicieran siempre lo que les sale de forma “natural” la labor de paternidad y maternidad seria muy fácil, y no lo es justamente porque la educación consiste en corregir cosas naturales (como ser haragán o postergar, o no ser ordenado, o ser egoísta, o ser cruel, o ser injusto, o seguir los impulsos sin medir las consecuencias, y tantas cosas que les salen de forma “natural” a los niños) de modo que cuando sean adultos, no hagan eso “natural” que les valdrá un divorcio, o un accidente, o un despido u otros problemas laborales, o (la lista es larga).
Ser un buen padre o madre implica tener la fortaleza emocional para saber corregir las tendencias naturales no constructivas de nuestros hijos y enseñarles, con nuestro ejemplo en la vida, como no mentir, como no usar, como valorar y como respetar al prójimo.
Empezando por amarse y respetarse uno mismo, y ser honesto con uno mismo, porque no podes dar lo que no tenes.