Toda violencia es detestable y contra personas más débiles físicamente doblemente detestable.
Todo hombre que es violento contra las mujeres en realidad odia a su propia madre (se lo admita a sí mismo o no) y las mujeres que tenga al lado se las ligan porque al ser mujeres le hacen recordar, inconscientemente, a ese ser primario que los dañó y los hizo sufrir (por acción o por omisión, por algo que hicieron que generó dolor o por algo que no hicieron y que debieran haber hecho y esa ausencia generó dolor).
Los hombres dañados por sus padres también son violentos pero su campo de acción es la cancha de fútbol o el tráfico o el boliche.
Por lo tanto todo bien con las marchas contra la violencia de género para poner vergüenza pública sobre estos violentos y crear consciencia del problema, pero el problema no se va a solucionar atacando al síntoma sino entendiendo el diagnóstico correcto y confrontando la raíz del problema.
Buenas madres que dan suficiente amor constructivo a sus hijos varones no crían hombres que van a ser violentos con las mujeres.
Está en la tapa del libro.
(Y buenos padres no crían mujeres feministas del tipo que odian a los hombres como se las ve mezcladas en las marchas contra la violencia de género, ni crían mujeres que luego estarán humillando y socavando la autoestima de sus parejas o en algunos casos, maltratandolos físicamente porque hay también casos de maltrato físico de mujeres hacia hombres de los que los hombres no hablan por vergüenza)