El orgullo, mal entendido, autodestruye.
El orgullo a ese nivel, cuando nos impide aceptar a nosotros mismos y a los demás que nos equivocamos, que lo que dijimos era falso, o mentira, o que lo que hicimos estuvo mal y sin excusas ni atenuantes para intentar zafar de la responsabilidad de lo hecho, es el principal enemigo no solo de nuestro crecimiento personal sino de nuestra paz interna (porque en el fondo siempre sabemos la verdad y esa disonancia entre lo que decimos creer y lo que realmente creemos genera un dolor interno que se acalla apagando el contacto con nuestro interior y que como consecuencia acalla las guías mas valiosas internas que tenemos que son la intuición y la conciencia moral)
Hay mucho mas honor y orgullo genuino en la aceptación (privada y publica, si fueron públicos nuestros dichos y acciones equivocadas) de nuestros errores, que en la terca insistencia en nuestras posiciones anteriores.
Hay personas que prefieren morir con las botas puestas que aceptar que hay mentira en sus dichos o acciones
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