No soy religioso de ninguna religión.
Considero la religión el opio de los pueblos y el síntoma claro de no tener crecimiento personal, no saber pensar con la propia cabeza sino esperar que otro afuera le diga a uno lo que tiene que pensar y creer.
Dicho esto, desde hace décadas que me encanta estudiar y aprender de los textos religiosos de las distintas religiones, porque he descubierto que dentro de mucha cháchara se encuentran joyas de sabiduría.
Por ejemplo:
En muchas religiones hay, dicho de una u otra forma, el concepto de que existe algún tipo de computadora central siguiendo cada acto de tu vida, puntuándolo, y que en el momento de tu muerte, hay una especie de “juicio” y que dependiendo del resultado de ese juicio, es adonde envían a tu alma.
Los egipcios ponían a Horus pesando el alma del muerto en una balanza, como símbolo de este “juicio” (o sea “pesando” todo el bien y todo el mal que hizo)
Los hindúes y budistas tienen el concepto de la reencarnación o sea que después del juicio de tu alma te envían a una nueva reencarnación con un karma relativo a las cosas que has hecho mal en tu vida anterior.
Algunos judíos tienen la creencia de que en ese juicio final post muerte de tu alma hay un ángel acusador, que establece todo lo malo que has hecho en tu vida, y un ángel defensor, que recuerda todo lo bueno que has hecho en tu vida.
Los católicos le agregan a este concepto de juzgamiento del alma una idea que considero que refleja como somos los humanos en la vida en general, y en la vida de pareja en particular, cuando “juzgamos” las acciones de otro.
Introducen el concepto de “pecado capital” que es el equivalente a lo que yo llamo, en las relaciones de pareja o humanas , los “defectos descalificatorios”.
Si has incurrido en un “pecado capital” en tu relación de pareja, no importa todo lo bueno que hayas hecho, no tenes “salvación” (ni la tiene tu relación).
Para poder aplicar este concepto, tenes que manejar bien el tema de los grises.
Y poder distinguir CUAN oscuro es un gris para poder diferenciar “defectos” (que todos tenemos) de “defectos descalificatorios” (el equivalente a los “pecados capitales” aplicados a las relaciones de pareja y relaciones humanas en general)