El borderline te va a hacer carozo, tarde o temprano, pero el inicio de una relación con un/a borderlina es estar en el Paraíso, porque como no tiene una identidad definida (no es que no sabe quien es, “no es”, no tiene un ser propio interno mantenido en el tiempo) funciona como un camaleón que se adapta perfectamente a la situacion, en este caso adoptando la personalidad exacta complementaria que es el “ideal” de la persona que forma pareja con ella. Y como la falta de identidad “duele” (se siente como un vacío interno) la borderline queda maravillada con la fuerte personalidad del narcisista y le da la “adoración y admiración” que es la “droga especial” del narcisista.
El narcisista le presta a la borderline su identidad y la borderline le paga con su mirada embelesada como si el narcisista fuese su Dios. Ambos están en el Paraíso.
Hasta que viene el switch de la borderline y se pasa a la segunda etapa de la relación (de la que hablo en otros posteos); ahí se pasa del Paraíso al Infierno, infierno que para el narcisista puede durar a veces meses o años hasta poder separarse y meses o años después de la separación (porque le resulta a muchos narcisistas difícil volver a encontrar esa droga magnífica que tuvo de total entrega de si, de total admiración, que brinda la borderline al inicio de la relación).
Porque los/las narcisistas son presa especialmente fácil de los/las borderlines
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