Hay matrimonios que se rompen por desgaste, o porque se casaron jóvenes y crecieron en direcciones diferentes.
Pero hay matrimonios que se rompen porque uno de los dos (mucho mas que el otro) descuidó gravemente sus obligaciones maritales hacia su cónyuge, sea por infidelidad, o por no priorizar a su pareja frente a otras prioridades que debieran haber sido puestas por detrás de su pareja, o por no tirar del carro parejo con el “trabajo” que da llevar adelante una familia (hay personas que “usan” a su pareja).
Un padre o madre infiel que por su infidelidad rompe su familia, y los hijos quedan con el despelote usual que genera en casi todos los frentes un divorcio, no pensó en sus hijos cuando decidió ser infiel, no pensó en sus hijos cuando descuidó a su pareja.
Y cuando a uno no le importa poner en riesgo a alguien es porque NO LE IMPORTA ese alguien en realidad, por mas que se llene la boca con palabras de amor. Uno no daña ni pone en riesgo a quien ama.
El amor se demuestra en cada una de las acciones que hacemos (por amor) o dejamos de hacer (por amor).
Y hay amores que no son tales.
Amores que no son tales
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