Del muro de Veronica Patiño
Te veo, veo tu dolor.
Descalza con hambre en la panza y en el corazón.
Te veo y quisiera correr a abrazarte, regalarte fruta fresca y llenarte con todo mi amor.
Luego, recuerdo que ya estuve ahí. Que me di por entera sin pensar en mi y que no te sirvió y que no te alcanzó… No porque seas insaciable sino porque llevas roto el corazón… Se te escapa el amor por los huequitos, como agua que pasa atraves del colador.
Esa herida tuya, me duele dos veces.
A mi niña le duele esa niña abandonada que te habita, a mi adulta le duele esa adulta desorientada que elije no ver.
Estuve en tu piel, estuve en tus huesos, es un camino que hace decadas aprendi a recorrer de memoria y ojos tapados. Incluso vivi allí por largos años.
Solo Dios sabe cuanto estuve a tu lado y de tu lado … solo él sabe cuanto quise salvarte de vos misma. Te di aguja e hilo, te mostré como coser, te animé improvisando las primeras puntadas… Yo misma tomé mi propio corazón y te invité a que los remendaramos juntas… No quisiste… te quitaste el dedal, los lentes de ver de cerca y abandonaste la labor, incontables veces. Desenchufaste las emociones, te colgaste la sonrisa sandia y preferiste perder mi huella y seguir tomando caminos de atajos…
Preferiste hablar de pajaritos y quejarte de agujeros que se agrandan con el paso del tiempo, y de corazones que “inevitablemente” desgarrados acaban por perderse.
No puedo, no quiero. Me niego a transitar esos caminos de atajos oscuros. No puedo, no quiero acompañarte, lo lamento, no tengo corazón para ver tu autodestrucción.