En la película “El Amor Menos Pensado” de Ricardo Darin se habla de un tema que he observado en la vida real: parejas que se separan porque uno de los dos, o ambos, sienten que “no están enamorados” y entonces necesitan la libertad para buscar la pasión, el romance, el sexo con novedad (la rutina baja el deseo sexual, la novedad lo aumenta).
Y en esta película ambos exploran, con otras parejas de corta duración, aquellas cosas que les faltaban en su matrimonio para descubrir, años después, que en realidad tenían lo mejor con sus ex parejas A PESAR de “no estar enamorados”.
Se dan cuenta que los gustos en común, el pasado en común, el quererse, todo eso pesa mas que la excitación de la novedad. Así que (y dado que las películas tienden a tener el final feliz que los espectadores desean) años después, vuelven juntos habiendo descubierto que el quid de una relación de largo aliento no es las mariposas en el estómago sino la disfrutable y calma rutina con una persona que te quiere, a quien queres, y que han edificado una vida juntos.
En la vida real, este darse cuenta y final feliz de la película no sucede, salvo en una pequeñísima minoría de los casos.
En la vida real lo que le pasa a mis consultantes es que cuando le prendes fuego a la relación porque buscas pasión y romance, en el 95% de los casos te quedas sin el matrimonio y sin la pasión y el romance (salvo ratos disfrutables, de meses o un año o dos, y se termina) y ya es tarde para volver (porque a diferencia de lo que pasa en la película, cuando uno de los dos se da cuenta que quisiera volver, el otro está en pareja, o porque el ego y el orgullo no permiten la vuelta atrás).
No estoy diciendo que uno no se debe divorciar.
HAY motivos de divorcio y esto lo escribe alguien que está en su tercer (y espero definitivo) matrimonio.
Lo que estoy diciendo es que es usual preguntarse uno mismo “¿que me estoy perdiendo?” al quedarse en el matrimonio o relación de largo aliento en la que uno está.
Al final y al cabo “el pasto del vecino siempre parece mas verde” dice el refrán.
Y es cierto, como no lo podemos tener “todo” en la vida, sin importar que es lo que uno tenga, uno se está perdiendo otras alternativas y otros goces.
El tema es saber elegir.
¿Qué me estoy perdiendo?
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