Amo ver buenas películas.
Soy capaz de ver cuatro al hilo una tras de otra un fin de semana.
Hoy vi nuevamente dos películas que ya había visto antes y más de una vez, Titanic y Siete almas, y ambas tienen que ver con la disposición a morir por la persona que se ama.
El tema del amor y la muerte por amor se repite en la gran literatura clásica como ser Romeo y Julieta, Tristán e Isolda y tantos otros ejemplos y en la época moderna eso se refleja en las películas que se vuelven “clásicos” como ser Titanic.
Una obra se vuelve un “clásico” cuando retrata en su argumento los grandes y fundamentales temas de la condición humana con los que el lector o espectador promedio siente que resuena en sus fibras más íntimas de su vida.
Por qué amor y muerte por amor van juntos en las grandes obras clásicas que resisten el paso del tiempo y resuenan a lo ancho y largo del espacio geográfico humano y incluso del tiempo?
Por lo siguiente:
El amor es la gozosa y voluntaria disposición al sacrificio personal por el bienestar de quien o lo que amamos. Si no incluye eso, será otra cosa pero no es genuino amor.
El ego vota en contra del amor porque busca protegernos de todo daño y el amor genera entrega y vulnerabilidad y por lo tanto la posibilidad aumentada de sufrimiento.
Pero existe en el ser humano una fuerza igual y opuesta al objetivo del ego, que más que buscar evitar el dolor y la muerte (que son las responsabilidades de nuestro mejor y más incondicional amigo, nuestro ego) buscan la fusión total y entrega total de “yo” con “el todo” o “Dios” o ponele el nombre que quieras.
Podemos llamar a esa fuerza instintiva humana el “instinto espiritual” (no importa el nombre, lo que importa es ponernos de acuerdo en el concepto).
El instinto espiritual humano busca la apertura total del ego que, por definición de su función, es egoísta, o sea el instinto espiritual busca lo opuesto al egoísmo, busca la entrega y hasta el sacrificio gozoso por la causa mayor, y ese instinto espiritual que el místico logra canalizarlo hacia su destino original (“el todo”, “Dios”) en general la mayoría de las personas lo subliman (derivan) en el amor romántico de esos que llegan hasta el caracú de nuestra alma, en donde la búsqueda de entrega total se hace hacia y con otra persona. Y en este caso la “causa mayor” por la cual estamos dispuestos a sacrificarnos gozosamente, es la vida, salud, felicidad y autorrealizacion de la persona amada, llegando incluso al sacrificio de la propia vida si fuese necesario.
Postdata: otra forma de sublimación del instinto espiritual es el patriotismo en que la entrega de si y la disposición del sacrificio, hasta de la propia vida, es el amor no por una persona concreta sino por el conjunto de personas que forman el colectivo humano a quien sentimos pertenecer.
Posdata: en las bodas de esas que realmente se hacen en serio (ya casi no existen) con la actitud genuina de “hasta que la muerte nos separe, en las buenas y las malas” hay gente que llora. Es una boda o un velorio? Ambos, toda boda genuina es un velorio y quien mueren ahí son los dos solteros individualistas que ahí deciden gozosamente suicidar sus anteriores personalidades egoístas individuales en función del nacimiento de una nueva identidad, un nuevo ser que está naciendo en esa ceremonia, el “nosotros”.
Liebestod: La muerte en el amor
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