Es sencilla.
Consiste en:
1) agradecer lo que uno tiene (para lo cual primero que nada uno tiene que esforzarse todos los dias en tomar conciencia de lo que uno tiene de positivo en lugar de darlo por sentado)
2) que lo que uno tenga sea lo mismo (o muy parecido) a lo que uno aspira.
Esto que es tan sencillo de decir, es muy difícil de lograr.
Pero si uno no tiene claro el objetivo de que es lo que debe lograr, nunca se acercara a ello. Y eso es todo lo que podemos aspirar: ir acercándonos a ello.
Los felices no cambian al mundo.
Los que cambian al mundo son los visionarios locos y los luchadores.
Por lo de aquel dicho del poeta japones Kyoto, que decia algo asi como:
1) Las grandes obras las conciben los locos visionarios
2) Las llevan a cabo los luchadores
3) Los disfrutan los cuerdos (los felices)
4) Y las critican los inútiles
Yo que personalmente ando toda la vida fluctuando entre 1 y 2, tengo como lección de vida aprender el rubro 3, para no terminar como Borges que al final de su vida y mirando para atrás escribió este magnifico texto:
Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años…
y sé que me estoy muriendo.
La fórmula de la felicidad
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