Si tu hijo ya es un adulto y nunca sintió o dijo eso, no has hecho bien tu trabajo de poner limites o de impulsar a tus hijos a hacer lo que debían hacer pero de ninguna manera querían hacer.
Si tu hijo chiquito tiene que darse una vacuna importante no dejas de hacerle dar la vacuna porque llore desesperadamente por miedo al pinchazo o a la aguja que empuña la nurse.
“Lo haces por su bien” y si tiene que llorar, que llore.
Eso no es “dañar a tu hijo” sino “proteger a tu hijo”.
La forma de medir si fuiste o no una buena madre o un buen padre no es “cuan bien pasaron tus hijos durante los 20 o 25 años que estuvieron a tu cuidado” sino “cuan bien los preparaste para ser felices, autorrealizados en sus potenciales, buenas personas, que saben amar y respetar, que saben que merecen ser amados y respetados, que quieren dejar el mundo mejor de lo que lo encontraron” durante los 50 o 60 o 70 años que van a vivir FUERA del hogar, como adultos independientes.
Se juzga lo bien o mal que fuiste de padre o madre por ESE resultado.
Y para prepararlos bien para la vida el saber poner limites, aunque en ese momento tu hijo/a te “odie” por ello (y seguramente en 24 horas o una semana se le pasará y te amará mas que antes porque sabe que estás dispuesto a sufrir su rencor temporal con tal de hacerles un bien, tal como vos definís tu escala de valores) es una de las cosas mas importantes de la “educación para la vida”.
Porque en la vida ahí afuera no se tiene todo lo que se desea, ni se tiene todo ya, y sus jefes y sus clientes y su pareja van a juzgar a tus hijos por los resultados, y si hacen las cosas mal, si son unos inmaduros emocionales con cuerpos de grande pero emociones todavia de niños/as, no les va a ir bien en la vida.
Y el objetivo de la paternidad y maternidad es ese, contribuir, en lo que se pueda, a que como adultos les vaya bien, en cuanto mas áreas de la vida que sea posible.