Al final de nuestros días, la cuestión de fondo no será saber si es que fuimos gente de poder, famosos de las redes sociales, ó cuanta belleza tuviste ni que estudios hiciste ni cuantas veces fuiste a tu iglesia o templo a rezar, o cuantas dejaste de hacerlo.
La cuestión final será mirarnos a nosotros mismos y saber si hemos tenido el coraje para haber vivido la vida que estaba alineada con nuestra esencia, si hemos vivido siendo nosotros mismos.
Y saber cuanto crecimos, cuanto nos mejoramos como seres humanos.
Y a cuanta gente hemos impactado positivamente con nuestra presencia, cuánta gente cambió su vida por el simple hecho de habernos conocido.
A cuanta gente hemos ayudado.
Cuantos granos de arena aportaste al aumento y defensa de la Verdad y del Bien en el mundo.
Cuanto más de esto se encuentre en nuestra lista final menos habremos vivido en vano.
La peor tragedia (y el mayor desperdicio) de la vida es una vida sin propósito.