Si, mientras no se pase de dosis. Si se pasa de dosis, te debilita.
Es cierto que “lo que no te mata te fortalece”, pero esa frase, si es mal entendida, puede convertirse en una apología al dolor y al sufrimiento por ser “algo bueno que te fortalece” y no, no lo es, porque si el dolor o el sufrimiento son excesivos, te genera daños a veces muy graves o de efectos negativos muy duraderos.
La verdad es que una dosis de frustraciones, pérdidas, dolores y sufrimientos es necesario para “salir bueno” (ejemplo, si tenes entre algodones a tus hijos para que nunca sufran nada ni tengan ninguna frustración, luego, cuando salen a la vida, no sirven para mucho, porque la vida está llena de dolores y frustraciones y no aprendieron como lidiar con ellas), pero todo lo bueno, exagerado en la dosis, se torna en malo, y cuando te pasas de dosis en el dolor y el sufrimiento, el resultado no es fortalecimiento sino un trauma psicológico, que te hipnotiza por dentro, te crea un programa disfuncional de vida basado en el “el que se quemó con leche ve la vaca y llora” y te lleva a desarrollar un subpersonaje interno con tal paranoia que te lleva a que también llores cuando crees que eso puede llegar a ser una vaca y no, no lo va a ser.
Hoy conversé con una mujer “amazona”.
Se hizo amazona a los 11-12 años cuando se vió tan desamparada en la vida, al morir su padre y al tener una madre totalmente ineficaz para poder protegerla, que ahí decidió endurecerse para nunca mas estar “a merced” de la vida y sufrir como estaba sufriendo ahí de niña.
Y si, se fortaleció al punto de convertirse en una guerrera amazona de la vida, pero ahora, de vieja, mirando para atrás su vida, se da cuenta que se perdió todas las delicias de la ternura y la suavidad femenina (lo cual afectó su relación de pareja y su relación con sus hijos), porque nunca se permitió el aspecto vulnerable de la femineidad, por temor a quemarse con la misma leche que se quemó a los 11 años.