Todos nos equivocamos, algunos mas que otros, pero todos lo hacemos.
Es cierto que a veces las equivocaciones son chicas y a veces son grandes (con consecuencias más fuertes y duraderas).
Sea el caso que sea, la reacción instintiva, para evitar el dolor emocional de tener que culparnos a nosotros mismos por el error, es tratar de hacer aparecer la decisión o la conducta pasada como adecuada.
Cuando las equivocaciones están relacionadas a no haber sabido apreciar el trabajo o amistad o pareja que uno tenía, ahí en lugar de poder asumir “me equivoqué”, “estuve mal”, “debiera haber pensado diferente”, “no supe evaluar bien las cosas”, las estrategias para autojustificarnos (o sea autoengañarnos) es distorsionar nuestra memoria, multiplicar por diez los defectos de eso que desechamos o mal cuidamos (un trabajo, una amistad, una pareja, lo que sea) y dividir por diez las virtudes de eso que desechamos o mal cuidamos.
El problema con eso es que si bien sirve para aliviar el dolor momentáneamente, en el fondo siempre sabemos la verdad, y cuando nos autoengañamos, para mantener el autoengaño, debemos cortar con el canal que nos viene de adentro y nos cuenta las cosas como son en realidad.
Y por ese mismo canal interno viene la voz de la intuición, de modo que para poder mantener el autoengaño, cortamos la gran ayuda que nos da en la vida la intuición, con lo cual perdemos una valiosa guía en la vida para hacer las jugadas adecuadas en el momento adecuado en el lugar adecuado.
No solo …
1) perdemos la intuición como guía de nuestra vida, y
2) perdemos la conciencia moral, que es una de las formas de la intuición.
sino que para rematar el perjuicio, dado que toda acción que hagamos favorece repetir eso mismo en el futuro, cuando nos acostumbramos a mentirnos a nosotros mismos para no asumir el pasado tal como fue y la gravedad de nuestros errores tal como fueron, luego …
3) nos acostumbramos a seguir autoengañandonos en subsiguientes ocasiones.
1 + 2 + 3 de arriba destruye al crecimiento personal.