Dime con quien andas y te diré quien eres, es un refrán muy cierto, porque el ser humano trata de estar tranquilo y en paz cuando está “con amigos” y por lo tanto tiende a rodearse de personas que estén en la misma sintonía, con similares valores y hasta con similares problemas en la vida, para evitarse el dolor emocional de la envidia.
Y lo de la envidia es usual.
Por ejemplo, si un grupo de amigos tienen un similar nivel económico, y de repente uno del grupo pasa a una categoría económica social muy superior, es usual que haya un sentimiento de envidia en el resto de los amigos/as porque ahora ese otro amigo/a puede darse cantidad de lujos que los demás no se pueden dar.
Y lo mismo pasa cuando alguien en la barra de amigos mejora notablemente su vida en otros rubros, que no sea el económico, sino en su felicidad, por ejemplo en su felicidad en pareja.
Me hizo recordar este punto una charla recién con XXXX (mujer) respecto a su vieja barra de amigas.
Uno diría que si uno es de verdad amigo de alguien, y a la otra persona le va genial, uno debería solamente alegrarse y tener cero envidia, eso es lo ideal (y sano) pero no pasa siempre, al contrario, solo sucede, lamentablemente, en las excepciones que justifican la regla: la regla es la envidia (porque la mayoría de las “amigas” te desean lo mejor mientras no te vaya mejor que a ellas, triste pero verdad, salvo las VERDADERAS amigas, que escasean).
Amigas peligrosas
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