Dentro de la mente de cada persona existen múltiples subpersonajes, “partes” de uno mismo que se caracterizan, cada supbersonaje, por tener SU objetivo, SU intención.
A veces los objetivos o deseos o intenciones de los subpersonajes internos no solo son diferentes entre si, sino opuestos entre si, una parte nuestra quiere una cosa y otra parte nuestra quiere la opuesta.
Eso es total y absolutamente normal en el sentido de la palabra norma como estadística, o sea que la pasa a la mayoría.
Pero tener un “conflicto” interno de deseos intranquiliza, no nos parece normal querer una cosa y la contraria así que lo que hacemos rápidamente, en general (hasta que crecemos y aprendemos a no hacerlo) es a terminar con el conflicto reprimiendo a uno de los dos subpersonajes al inconsciente (algo así como “muerto el perro se acabó la rabia”).
Solo que aquí el perro no muere, sino todo lo contrario, lo que reprimimos al inconsciente solo sale de la pantalla de la conciencia, no desaparece, sigue viviendo en nuestra mente, pensando, sintiendo, deseando, recordando, planeando, todo desde el inconsciente y como por definición lo que esta reprimido al inconsciente no es consciente, no sabemos que esta ahi, no lo podemos controlar por lo cual en general gana la partida de manipular nuestra conducta y nuestras decisiones y elecciones de modo que al final se obtenga el resultado deseado no el personaje oficial, sino el reprimido, y ahí lo llamamos “mala suerte” o “destino” o “lo mal que actuó XXX con nosotros”.
Parte fundamental del crecimiento personal es saber administrar y solucionar estos conflictos internos, trayendo a la conciencia las partes nuestras reprimidas porque nos las consideramos “buenas” o “sanas” o “adecuadas” o “convenientes” y dialogando con ellas, entendiendo que son tan parte de “nuestra esencia” como las partes oficiales que hemos preferido priorizar y encontrar la manera de alimentar sus necesidades de la manera mas constructiva posible.