Muchos de los cuentos de hadas son cuentos de enseñanza de crecimiento personal.
En el cuento llamado “la Bella y la Bestia”, la Bestia es un hombre al que la sociedad considera “feo”, “malo”, “no aceptable”, y por eso vive escondido de la sociedad, generando “problemas”.
La Bestia secuestra a Bella de casa de su padre y la mantiene prisionera, hasta que ella aprende a amarlo tal como es, y cuando lo besa, como símbolo de su amor y aceptación, la bestia se transforma en un príncipe y se casan y vive felices y comen perdices.
El mensaje es que dentro de cada uno de nosotros hay algo que que nuestra conciencia considera “feo y no aceptable”, un subpersonaje “no aceptado” y por lo tanto reprimido de la conciencia (escondido)y la consecuencia de esto es que el aspecto no reconocido “secuestra” nuestra vida, manipulando nuestras decisiones desde el inconsciente y generando problemas que luego asignamos a la mala suerte, al destino o al mal accionar de otras personas (personas que hemos reclutado desde la influencia de ese subpersonajes reprimido de la conciencia)
Cuando uno descubre, por ejemplo en terapia con un buen terapeuta, que determinadas cosas que nos pasaron no “nos pasaron” sino que “nos las hicimos pasar” porque tenemos tal y tal subpersonaje que se generó en tal o tal trauma o situacion difícil vivida en nuestra niñez, o en tal y tal falsa creencia que sacamos sobre la vida, o sobre los hombres, o sobre las mujeres, o sobre las relaciones de pareja, o sobre nosotros mismos, uno se reconcilia con las partes de uno mismo que teníamos oculta de nuestra conciencia, las acepta y ama luego de entender como se generaron a través de lo que nos tocó vivir, y ahí esas partes heridas previamente “perjudiciales” se transforman en el combustible de nuestro crecimiento personal, en el “príncipe”, lo valioso (uno crece desde las dificultades superadas)