Hace un par de días tuve una charla con una persona de 40 y pico años, excelente persona, que sostenía que “no creía en el matrimonio”.
Le pregunté por que se había casado (se casó por primera vez hace relativamente poco) y me explicó que fue por un tema de conveniencia práctica y que fue totalmente honesto con su actual mujer antes de casarse en cuanto a su forma de pensar por la cual “no cree en el matrimonio”. Le creo totalmente sobre su honestidad, asi como le creo que fue fiel en todas sus relaciones anteriores (tiene un historial amoroso cambiante, con unas 6 relaciones serias que no duraron mas de 3 años cada una).
Me parece que hay muchas personas, como esta persona a la que me refiero, que no entienden de que se trata el matrimonio y lo ven mas como una trampa que como el grado de compromiso privado y público que es.
Me explico lo que quiero decir:
Una cosa es decir “no creo que uno pueda estar enamorado para toda la vida”.
Eso es cierto. Pero irrelevante.
Estar enamorado es una cosa y amar es otra.
Estar enamorado es algo que surge con total fuerza y se va desvaneciendo.
Amar es algo que no surge jamas de entrada y se va construyendo en el tiempo, como un árbol que va creando raíces.
No se pasa necesariamente de estar enamorado al amor, se puede pasar a la indiferencia o al cariño tipo “amigos” (que no da para estar casados, si uno aspira a algo mas).
Por eso no es aconsejable casarse enamorados; para casarse responsablemente (y muy especialmente si se planean tener hijos) habría que estar bien seguros de que el plan de pareja es el amor y no el enamoramiento.
Y por otra parte no es necesario empezar “enamorados” en el sentido adolescente del término, para terminar amándose.
El matrimonio se inventó (como se inventó la rueda, no es que siempre ha existido, es un invento social que se ha adoptado porque “funciona” y sirve para estar mejor) como forma de ayudar a las parejas a no rendirse fácilmente en las inevitables tormentas que surgen en la navegación juntos por la vida como pareja.
Dicen que cuando uno quiere dejar de fumar ayuda decirle a todos los amigos “decidí dejar de fumar”, porque en el trayecto de la desadicción al tabaco hay momentos que uno quiere tirar la toalla, y ahí, sabiendo que si esos mismos amigos luego lo ven a uno fumando se van a dar cuenta que uno “fracasó en lo que había decidido”, esa “presión social” autoimpuesta al haberle anunciado a los amigos la decisión de dejar de fumar puede ser el “plus” que ayude a no flaquear en el empeño, y unos días después, pasado el empuje a consumir, uno podrá disfrutar las ventajas de salud que da el dejar de fumar, mientras que si uno flaquea ahí y deja, es mas que probable que al menos ESE intento de dejar de fumar no se retome (uno bien puede volver a tomar la decisión mas adelante)
Con el matrimonio es algo muy similar:
implica un anuncio publico (de ahí la necesidad de “testigos” que firmen y lo usual de hacer una fiesta donde públicamente se anuncia que esa pareja ha tomado la decisión de unir destinos “para siempre”, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separe).
No se prometen “estar enamorados hasta que la muerte los separe”. Ni lo necesitan.
Se prometen mutuamente un proyecto de vida que implica el transitarlo juntos, como equipo, como compañeros de ruta por esta encarnación, para priorizarse mutuamente, cuidarse mutuamente, construir juntos una relación de amor (amar implica estar dispuestos a actuar para ayudar a quien se ama para que sea saludable, feliz y autorealizado) sabiendo que uno puede fracasar (volver a fumar aquí se llama divorcio) pero dejando claro que si uno se separa (si vuelve a fumar) eso SERA un fracaso de la decisión tomada en conjunto.
Y esa presión social adicional adoptada voluntariamente se hace para que en los inevitables momentos en que por peleas o situaciones varias que se presentan en casi todas las relaciones de largo aliento, se podría ahí interrumpir el proyecto de vivir como pareja el resto de la vida, haya un ancla, un sostén, algo que sin garantizar nada, ayude a “atarlos al barco” para poder capear la tormenta, y luego de pasada la tormenta, tener la posibilidad de seguir disfrutando muchos años juntos una relación de amor.
El matrimonio no garantiza la felicidad de pareja.
Pero las estadísticas demuestra que si bien el 50% de los matrimonios se divorcia, los que “viven juntos” porque “no creen en el matrimonio”, se separan en un 75%, aún teniendo hijos en común.
O sea que no es cierto que el matrimonio “es solo un papel”. Los hechos (las estadísticas reflejan los hechos de la vida real) lo desmienten.
El matrimonio es una decisión de vida de las mas profundas que el ser humano puede tener, y por supuesto que puede salir mal (nada menos que un 50%) sea …
a) porque uno se casó muy joven sin saber nada de la vida y sin conocerse bien a uno mismo o
b) porque uno se casó todavía preso de traumas irresueltos que lo lleva a elegir mal, repitiendo historias inconclusas de la niñez, o
c) porque crecieron en direcciones diferentes y ya no quieren seguir como compañeros de ruta, no por una tormenta puntual, sino por “incompatibilidades irreconciliables” que se desarrollaron con el tiempo, o
d) porque por responsabilidad de uno, de los dos, o por encontrar “la tormenta perfecta”, surgió una tormenta que ningún ancla o ayuda de este tipo a la continuidad de la relación pudo superar (las infidelidades son muchas veces tormentas no superables).
Creo que hay personas que por inmadurez emocional o por principios de vida, no están preparadas para el compromiso profundo con alguien.
No creo por lo tanto que el matrimonio sea adecuado para todos y al contrario, si alguien se sabe poco constante en el amor, que se tiende a aburrir de la persona que tiene al lado, o que se tiende a separar cuando aparece la primera dificultad, o que no tiene la capacidad de saber solucionar los problemas inevitables que toda convivencia genera, y por lo tanto va juntando cupones hasta que llena el álbum y lo canjea por la separación, es mejor no casarse a casarse, para ser fieles y coherentes con uno mismo al menos en su etapa actual de evolución.
Yo me voy a casar próximamente por tercera vez (esperemos que la tercera sea la vencida).
Lo vivo como algo muy movilizador a nivel emocional e intelectual; tomar una decisión de “hasta que la muerte nos separe” con otro ser humano, cuando se hace en serio, trasciende lo meramente práctico y útil (el “ancla para la tormenta” mencionado arriba) y entra ya en el terreno espiritual de la vida y la muerte, y de las decisiones de vida que tomamos que marcan nuestro futuro y nuestro destino.
Soy consciente que uno puede fracasar en este tipo de proyecto o en cualquier otro, pero yo si “creo en el matrimonio” y cuando me embarco en él, lo hago con todas las fuerzas de mi corazón y de mi mente.
¿Que quiere decir “yo no creo en el matrimonio”?
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