Cuando se muere alguien como Dyer, que durante décadas ha estado ayudando al mundo a “crecer” con sus libros, yo, y muchos, sentimos como que se nos murió un amigo cercano, aun sin haberlo conocido nunca personalmente.
Porque la gente que nos ayuda a crecer se transforma un poco en padre y madre de uno, porque hacen la misma función, ayudarnos a ser mas adultos, mas independientes, mas autosuficientes, mejor plantados en la vida.
Por “zonas erróneas” Dyer describía algo parecido a lo que en mi forma de entender la psique yo llamo “subpersonajes autosaboteantes”, por lo cual con Dyer no solo siento el mismo dolor que cuando se muere otro grande de esos que te enseñan (no solo en el rubro de la psicología, sentí lo mismo cuando se murió Carl Sagan por ejemplo, que me transmitió su amor por y conocimiento de la cosmologia) sino que me siento especialmente identificado porque lo considero uno de los precursores en entender la mente de la forma en que la entiendo yo y por lo tanto uno de mis “maestros” especiales.
Se que el creía firmemente en que la muerte es un pasaje de un estadio a otro del alma por lo cual murió sin angustia, pero la angustia la tenemos nosotros, que aprendimos de el y lo vamos a extrañar.
Buen Viaje al nuevo destino, maestro.