Cuando un abrazo dura 20 segundos o más, se produce un efecto terapéutico sobre el cuerpo y la mente.
La razón es que un abrazo sincero produce una hormona llamada “oxitocina”.
Esta sustancia nos ayuda, entre otras cosas, para relajarse, para sentirse seguro y calmar nuestros temores y la ansiedad.
Este maravilloso tranquilizante se ofrece de forma gratuita cada vez que tenemos a una persona en nuestros brazos.
Sea cuando acunamos a un niño, o cuando abrazamos a nuestra pareja con ternura y espíritu protector en un abrazo largo, o cuando sostenemos los hombros de un amigo en un largo abrazo contenedor.
En lenguaje menos neurocientifico y mas romantico, Leticia llama a esto “mi huequito”.
Cuando pide estar en su huequito se refiere a cuando estamos en la cama ponerse recostada sobre mi pecho, de costado, con mi brazo izquierdo alrededor de ella.
Dice que en pocos segundos la invade una sensación de paz, de estar protegida, de que nada malo le puede pasar.
Y cuando es la hora de dormir, un minuto en su “huequito” la transportan al dulce sueño.